"Tríptico de Trinidad" de Carlos Gardini

"El tríptico de trinidad" es una obra que sobrepasa mi capacidad de análisis, para la que ni siquiera soy capaz de encontrar referentes. La obra de Gardini, es de Gardini, terriblemente personal, o eso supongo porque no conozco al autor. El tipo de obra ante la que todos los comentaristas nos creemos muy graciosos al exclamar: "Deseo saber que es lo que fuma el autor, porque quiero probar un poco.",cuando probablemente sería mala idea hacerlo. En todo caso, Gardini ha creado algo nuevo, con una voz propia imposible de confundir con ninguna otra. Es una obra poco comercial, culta, poética, desconcertante, ambiciosa, compleja, imaginativa, y breve. Un relato, que, a la manera de "Las mil y una noches", contiene dentro de si muchos relatos, la mayoría de los cuales acaban siendo importantes en la trama, un mundo fascinante, y un amplio reparto de personajes, la mayoría poco desarrollados, pero todos a su modo interesantes. Diría incluso que el poco desarrollo se hizo a posta, para dar al relato la apariencia de mítico que tiene, lo mismo podría ser una fábula, una leyenda, o algún tipo de texto mítico o sagrado.

La magia y el poder de la fabulación, de contar historias, presiden la triple función, junto con las contradicciones de sus personajes. Gardini juega con las convenciones para romperlas y dejar sorprendido al lector. Justo cuando el argumento parece que empieza a seguir un rumbo predecible, ¡zash!, de repente los personajes toman la decisión contraria a la que dictan los tópicos, y lo hacen de un modo que, a pesar de todo, tiene sentido, es coherente con sus debilidades internas o sus fortalezas internas. El lector ve así frustradas sus expectativas una y otra y otra vez, hasta que se rinde y se deja llevar de la mano del narrador a través del inmenso tapiz que van tejiendo sus palabras, por los fascinantes parajes que describe en su no menos fascinantes imágenes, a través de catacumbas del olvido, barcos convertidos en manicomios flotantes, diminutos soles ocultos en cavernas, cánticos que envenana y barcos cantantes que ascienden al cielo a través de arcos gigantescos, todo ello en medio giros argumentales continuos y continuos cambios de protagonista principal.

El uso del lenguaje es exquisito. Sencillo y sutil, envuelve hábilmente al lector en su telaraña, en su juego. Otros reseñadores ya han hablado lo bastante de la omnipresencia del tema de la trinidad, que preside la novela, su estructura (tres partes), sus personajes (tres catecúmenos) o incluso el lenguaje, y aquí si que van a tener que leerlo para disfrutarlo. Sólo diré que el efecto que crea es bastante impresionante, y que a pesar de todo nunca resulta forzado, siempre queda insertado perfectamente en la narración y obedece a un propósito.

En fin, que poco puedo decir, los aficionados a la dragonlance y cosas así, no la entenderán (yo tampoco estoy seguro de haberla entendido, aunque hay que ver como la he disfrutado), así que puede decirse que no es una obra apta para todos los paladares. Pero no puede negarse que es una obra de arte.

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