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Mostrando entradas de abril, 2018

Uno de los nuestros

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Este post no tiene nada que ver con Martín Scorsese, cineasta al que, por otra parte, admiro. Su reciente premio princesa de Asturias ha estado a punto de hacer que lo dejara en borrador indefinidamente, pero al final me ha podido la vagancia: no he tenido fuerzas para empezar uno nuevo. Dentro del mundo de la imagen, a veces me encuentro con creadores cuyas señas estéticas de identidad me resultan muy afines, de tal modo que los estímulos visuales y argumentales provocan una salva de disparos neuronales en mi cerebro, reactivando senderos de axones por los que mi pensamiento ha sido condicionado para transitar, siendo la consecuencia final del circuito un chute de endorfinas que me hace exclamar: ¡Este tío es uno de los nuestros! No tiene que ver con la calidad de lo que estoy viendo, de hecho, algunos de los míos distan mucho de ser artistas, sino con su estilo visual, o las temáticas que eligen.   El gran ejemplo estaría en el mundo del cómic. Katsuhiro Otomo es, defin

No me he olvidado de Leigh Brackett

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Si hay alguien bastante asiduo, se habrá dado cuenta de que, aunque suelo reseñar las ediciones de obras de Leigh Brackett que publican “Los libros de Barsoom”, no ha aparecido por aquí “Las brumas de Venus”. No me he olvidado de Leigh Brackett y el motivo por el que no haya aparecido por aquí no tiene nada que ver con que los hombres sean de Marte, las mujeres de Venus y, como “Los libros de Barsoom” han cambiado de planeta, me resista a abrazar mi lado femenino ni ninguna zarandaja parecida. Tuve en mis manos un ejemplar de “Las brumas de Venus”. Lo hojeé y llegué a la conclusión de que, salvo un relato, quizá dos, ya había leído todo los cuentos incluidos en la antología. Ha habido autores, especializados en cuentos, a los que he dejado de leer, por culpa del grado de dispersión que tenían su publicación en España. Llegó un momento en que, cuando salía una antología nueva, menos uno o dos, tenía todos sus relatos desperdigados en el resto de libros de mi casa. Me pasó algo parec

“La isla de Bowen” de César Mallorquí

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Esta va a ser un reseña acomplejada y no precisamente porque hayan pasado seis años desde que se publicó este libro y me decida a leerlo ahora. “La isla de Bowen” partía con todos los puntos para gustarme mucho. Estoy completamente sintonizado en la frecuencia de la novela. Eché mis dientes literarios leyendo novelas de aventuras de viajes, fundamentalmente de Julio Verne. Tengo por aquellas obras un cariño inconmensurable y “La isla de Bowen” no deja de ser un descomunal homenaje a ese género, en general y a Julio Verne en particular. Además, su autor es muy popular dentro del mundillo de los aficionados a lo fantástico. Soy lector asiduo de su sitio web, “La fraternidad de Babel” y aunque no siempre comparto sus opiniones, siempre las encuentro interesantes y admiro el talante dialogador que muestra con los que le comentan. En mi librería habitual “Estudio en escarlata”, le conocen y dicen que es muy majo. También es admirado por gente a cuyo trabajo tengo un inmenso respeto, com

“Space brothers” de Chuya Koyama

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Vamos a hablar de cómics, más específicamente de manga. Durante los últimos dos años he andado leyendo esta obra (en inglés por supuesto, ya que no se ha publicado en España) El nombre del autor está mal escrito, pero soy incapaz de encontrar el carácter de la u con esa especie de barra encima que debe llevar. No sé si calificar este manga como de “ciencia ficción”. Transcurre en un futuro tan cercano que ya está sólo a siete años. La tecnología y la ambientación de la serie son indistinguibles de la del mundo actual. Quizá lo único que diferencia el mundo de “Space brothers” del nuestro, es que, en el manga, la humanidad no ha perdido la pasión por la exploración espacial. Los despliegues de los medios de comunicación alrededor de los lanzamientos y de los propios astronautas parecen más dignos de la época del programa Apolo que de la actual y, en determinado momento un personaje dice algo así: “En el mundo actual, ya sólo quedan dos clases de héroes, los futbolistas y los astron

“El libro de los piratas” de Howard Pyle

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Este agradable libro se compone de un ensayo en el que se cuenta a grandes rasgos la historia de la piratería, seguido de un conjunto de relatos sobre piratas. Piratas del Caribe, si. Por lo que sé (me he visto tres o cuatro documentales) el ensayo es fundamentalmente correcto y muestra menos prejuicios de los que muestran los documentales. Los cuentos son un pequeño batiburrillo, unos son pequeñas novelas y otros son la crónica de algún lance naval, real o imaginario, aderezados con múltiples búsquedas de tesoros. En uno de ellos, por ejemplo, se narra una versión bastante descafeinada del enfrentamiento entre Barbanegra y Robert Maynard.  Antes que éste, los únicos textos que conocía de Howard Pyle eran sus libros sobre Robin Hood y los caballeros del rey Arturo, publicados en la inolvidable colección “Tus libros”. Como escritor, Howard Pyle es mediocre, aunque su estilo arcaico no carece de encanto. ¿Cuántos años han pasado, querido lector, desde la última vez que leíste

“La epopeya de los amantes” de Miguel Santander

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Para epopeya la que he tenido que pasar yo para leer este libro. Obtuve mi ejemplar electrónica de la propia universidad politécnica de Cataluña. Como suelo hacer con mis adquisiciones electrónicas, lo pasé a mi ereader, comprobé que el fichero se abría correctamente (empezaba con un índice que hojee por encima).  Luego lo copie en disco duro externo y luego … me olvidé. Cuando finalmente me puse a leerlo habían pasado años. Me encontré con que la portada y el índice se leían estupendamente, pero, ¡Oh maleficio cruel!, el libro parecía estar constituido únicamente del índice. Los apartados del índice estaban colocados en las páginas a las que apuntaban. Pasar una página del índice implicaba pasar veinte o treinta páginas del libro y cuando finalmente llegué al final de él, me encontraba con el final del libro. Consulté la copia del disco duro externo y pasaba lo mismo. Tuve que aceptar el hecho de que mi copia de la historia de Miguel Santander era defectuosa. ¡Estas cosas no pasab

“Artemisa” de Andy Weir

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En su segunda novela, Andy Weir abandona parcialmente las historias de supervivencia en el espacio, para contar las peripecias de una joven contrabandista de una colonia lunar. A Jazz Bashara, le ofrecen un encargo, totalmente ilegal por supuesto, que se sale de su rutina habitual, pero tan bien pagado que no puede permitirse rechazarlo. No creo que a nadie le sorprenda demasiado que dicho trabajo se acabará torciendo, que las cosas irán terriblemente mal, habrá algún asesinato y Jazz se convertirá en el objetivo de mucha gente con mala leche. O sea, una antología de los tópicos del hard boiled, pero EN LA LUNA. “Artemisa” es una novela sin pretensiones, muy agradable de leer. A su favor juegan su sentido del humor, su corta extensión y un endiablado sentido del ritmo. Andy Weir contiene su pasión por los detalles y no aturde tanto al lector con las complejidades de los mecanismos de renovación de atmósfera y las estrategias para ahorrar batería, lo que puede que decepcione a

“La vieja guardia” de John Scalzi

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En el futuro de la novela, la raza humana se encuentra en plena fiebre colonizadora de otros mundos, sin embargo los requisitos para colonizar son muy estrictos, sólo están permitidos a los ciudadanos de países derrotados en un conflicto reciente, sin embargo se ofrece a las personas mayores de Estados Unidos la posibilidad de alistarse en las fuerzas de defensa colonial, alentados por el secreto a voces de que debe de existir algún método de rejuvenecimiento, pues no tendría sentido formar un ejército exclusivamente con ancianos. La novela sigue a uno de estos ancianos durante su reclutamiento, rejuvenecimiento, entrenamiento y varias batallas. La idea principal es simpática, la novela se lee con agrado y ha dado lugar a una serie bastante extensa, con cinco entregas ya publicadas en España. El principal problema de “La vieja guardia” es que casi carece de argumento. Al protagonista, John Perry, le ocurre lo mínimo indispensable para desarrollar la idea principal. El foco no está